10 de marzo de 2012

Reflexión-Inflexión

He permanecido muchísimo tiempo ante este muro de piedra, observándolo con impotencia, golpeándome contra su dureza, arañando su superficie con las uñas ya quebradas. Golpeándolo con mi cabeza, intentando destruirlo a patadas... y al final, después de mucho tiempo luchando, me rendí. Me dejé caer ante él, derrotado y humillado, sintiéndome tremendamente infeliz.
¿Quién había colocado un muro infranqueable ante mi, entorpeciendo mi camino? ¿Por qué alguien querría hacer semejante cosa? ¡Qué absurdo!
Me resultaba incomprensible. Y no obstante, estaba allí, real como la vida misma...

Hasta que un día... un día de sol en pleno invierno, una tarde de agotamiento tras los exámenes y la certeza de que el muro era una quimera...
Hasta que un día decidí levantarme del suelo, dejar de mirar aquel lamentable muro... y caminar. No al frente, donde volvería a darme un golpe contra las piedras, sino a lo largo de él. ¿Hacia la derecha, o hacia la izquierda? No es una decisión fácil, pero antes de darme cuenta ya estoy caminando. No recuerdo la dirección. El muro está por todos lados, rodeándome y amenazándome. Pero continúo caminando.
Caminando...

El muro parece no tener fin, pero el final del muro aparece ante mi. Todavía lejos, perdido en el horizonte, pero allí está, sin duda. Una luz... perfecta.

Hoy, camino sin descanso. Es un duro camino para cambiar mi vida... un camino de muchos pasos diferentes, que se bifurca en muchos caminos de sinuosas y diferentes formas... que confluyen al final del muro, y me llevan de vuelta al camino de la felicidad que, tanto tiempo atrás, había abandonado.
No hay agotamiento, no hay pensamientos negativos... tan solo la certeza de la felicidad.
Y mis manos ya no sangran al arañar la piedra, ni mis ojos derraman lágrimas de autocompasión.
No tiene sentido... pero tan solo puedo sonreír, con el sol del horizonte bañándome la piel, mientras la brisa del cambio me viste y desnuda, me pinta y desdibuja, llevándose muy lejos la infelicidad.
Y así, convencido al fin del cambio y mientras cada cosa vuelve a su lugar (no sin esfuerzo ni trabajo), el muro empequeñece.
Y pronto, muy pronto, podré saltarlo.

¿Nos vemos al otro lado?

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