14 de enero de 2013

Cambios

Hubo un tiempo en el que nadie hablaba de él, porque él era tan solo la sombra de lo que debería ser. Nadie le criticaba, porque vivía a merced de los deseos de los demás. Obediente, sin personalidad propia. Ausente, avergonzado de ser quien era, lo que era, y cómo era. Simplemente, un fantasma.
Entonces, algo cambió. Y él decidió vivir su vida, siguiendo sus propias normas. Dejó de fingir que la vida no le importaba y desde entonces, asumió las riendas de su propio mundo, para luchar por sus propios deseos. Comenzó a vivir.
Aquellos que lo rodeaban, se extrañaron ante tal cambio. Al principio fingieron alegría. Le dijeron que merecía ser feliz. Luego, no obstante, las cosas cambiaron. La alegría fingida dio paso a los reproches y la hipocresía se desmoronó ante sus ojos asombrados.
¿Por qué? Simplemente porque hasta entonces, había estado ahí para todos ellos, sin dudarlo, cambiando cualquiera de sus planes en favor de las necesidades de los demás. Pero no volvió a hacerlo, y cuando todos habían asumido que era simplemente una marioneta de plastilina que podían moldear y manejar a su antojo, él cortó sus cuerdas y se liberó...
Siempre había estado por y para los demás. Ahora está por y para sí mismo. Egoísta, dirán algunos. Pero él sabe la verdad.
Que nadie (o casi nadie) merece el sacrificio de su propia vida. Le pese a quien le pese.

Algo había comenzado a cambiar.

19 de diciembre de 2012

Ahora, sí

Ahora, sí... 


No será fácil. Es mas, estoy seguro de que este proyecto me costará sacarlo adelante. Llevará su tiempo hacerlo, pues requiere muchísima planificación, mucha atención al detalle, meses de documentación... pero, es un reto. 
Y los retos, inspiran al escritor que se hallaba perdido entre los papeles en blanco que inundan su vida.

Adiós, romanticismo. Hola, crímenes y misterios.
¿Quién dijo miedo? 


1 de diciembre de 2012

De la risa de un niño

Hubo una vez un niño que corría veloz por las praderas de su pueblo. Con las piernas desnudas y las rodillas cubiertas de heridas de guerra y juegos de niños, el pequeño atravesaba veloz entre los maizales, pisando las cosechas de los vecinos, que jamás se quejaban o le reñían, porque el sonido de su risa retumbaba en las paredes del valle, alegrando sus corazones congelados.
El niño era feliz. La sonrisa que alumbraba su rostro jamás se desvanecía. Reía al caer sobre la hierba mullida, retozando en charcos de barro, e incluso, reía con ganas cuando se estrellaba contra muros de espinos al tirarse sin frenos con su vieja bicicleta.
La vida del niño se reducía a esos momentos. Felices. Únicos, e irrepetibles.

Un día, el valle amaneció en silencio. La niebla cubría la copa de los pinos, el maíz crecía en silencio, los cultivos ya no tenían pisadas de pequeños pies.
El niño había crecido, y como suele suceder... ya no encontraba motivos para reír.

19 de noviembre de 2012

Rueda de Prensa

El afamado escritor Lorenzo Liar ha ofrecido una rueda de prensa en esta fría mañana de Noviembre. Había muchos medios presentes en la sala en la cual, él los había convocado.
Cuando tomó asiento en la mesa llena de botellas de agua, en su rostro se apreciaba el desvelo que le producían los últimos acontecimientos. Había arrugas nunca antes apreciadas, producto tal vez de la falta de sueño, de la angustia y la presión.
-Les he convocado para anunciar algo importante -comenzó, con la voz rota-. Oficialmente, y desde hoy, seré considerado un cobarde.
El murmullo en la sala se detuvo.
-Había tomado una decisión -prosiguió-. Había llevado esa decisión hasta sus últimos términos. Aún con las dudas, aún con esa pequeñísima voz en la nuca, advirtiéndome de la realidad... La decisión en sí, había costado dinero. Pero en estos momentos, ese dinero me da igual, en cierto sentido.
Alguien asiente. Lorenzo se crece. Y sigue hablando.
-No he podido hacerlo. La cobardía subyacente bajo la capa de falso valor ha salido a la superficie, como el moho sobre el que se aplica una nueva capa de pintura... No he podido hacerlo. Se acabó. Desisto y me rindo.

En su interior, lo pensaba. Estaba seguro.
Iban a criticarlo por ello. Pero en verdad, siempre lo criticaban, hiciera lo que hiciese. Si subía, porque subía. Al bajar, porque estaba bajando. Entrar era siempre un error, como lo era también a la salida. Errores, errores. Críticas y más críticas.
Cada uno sabe los motivos de su propia vida. Y sobre ellos, no piensa nadie.

Y como total, van a criticarle de todos modos, pues que les den. Y a seguir viviendo.
Con miedo, pero viviendo.

9 de noviembre de 2012

El Lamento de la Loba


Sentía el lento transcurrir de las horas. En el firmamento millones de estrellas se cernían sobre mí y no había nadie allí para rescatarme, para ayudarme… para alentarme.
Era una noche fría y sucia. No podía verse la luna, aunque se presentía en lo alto de aquella cúpula oscura que caía como negro manto sobre un mundo triste y vacío. El aullido de una loba rasgaba el sepulcral silencio del bosque.
No tenía miedo, mas algo en mi interior suplicaba clemencia. Era aquel mi destino, lo sabía desde siempre. Y el destino siempre ha de verse cumplido. Obviar los sabios caminos marcados con fuego sería arduo y peligroso. Sentía bajo mis pies el errático girar del mundo sobre sí mismo. El vértigo me obligó a entrecerrar los ojos. Desde lo alto de la montaña pude acariciar el cielo nocturno y susurrarle mis secretos a una estrella. Ella los guardará con celo; ha prometido hacerlo.
Cerrando los ojos por completo intenté respirar el frescor de la naturaleza muerta. Una súbita sensación de desamparo hizo mella en mi ser mientras un retortijón me incomodaba cruelmente. Un malestar general se apoderó de mi cuerpo, agarrotándome los músculos. Se acercaba la hora.
Nubarrones color azabache volaban desde el oeste. Se aclaraba el cielo de la noche y la triste palidez de la luna despierta lo cubría todo. Sombras, miedos y pesadillas brillaban en el horizonte. El ulular de varias lechuzas a lo lejos, en las profundidades del bosque, resultaba inquietante. La loba me observaba desde abajo, solitaria en la distancia. Sonreía con maldad. Dos murciélagos enamorados volaban sobre mi cabeza. No tenía miedo, solo un intenso malestar y una débil sensación de desamparo, que crecía como la noche.
Una sirena me llamaba en la lejanía. El eco de la noche magnificaba su estridente alarido. Me sentía morir y por primera vez, el peso del miedo cayó sobre mí. Me avergüenza haber sucumbido al miedo, pues no había nada que temer. Mi destino se acercaba.
Miedo.
La loba se asustó y con sigilo, se internó en el bosque. Ya no sonreía. Las lechuzas se callaron, desaparecieron los murciélagos. Una suave brisa se alzaba desde el sur acariciando mi rostro. Respiré llenando mis pulmones de la pureza de un viento virgen y puro.
Ella se acercó por detrás, con sigilo, rodeando con sus cálidos brazos mi cintura trémula. Estando ella conmigo nada horrible podía suceder.
El miedo crecía, como crecía también el lamento de la sirena al acercarse vigorosa. Aunque ella intentaba ocultarme sus lágrimas, su corazón sangraba con desesperación. Aunque quería parecer fuerte sus piernas flaqueaban. Contemplé su mirada dulce, acariciando su piel tenue. La besé; un último beso fugaz, sensible. Apasionado.
El automóvil se detuvo detrás de nosotros, el silencio se impuso cuando apagaron la sirena. Dos hombres perfectamente uniformados descendieron con paso decidido del coche. No me resistí porque no temía lo que estaba por llegar. Entré al coche por mi propio pie, sin mediar palabra. En el borde del bosque sombrío la loba contemplaba inmóvil la escena.
Ella lloró desconsolada, contemplando con impotencia el descender del automóvil por la ladera de la montaña. Sus piernas flaquearon y cayó de rodillas en la fría y dura piedra, haciéndose varias heridas que comenzaron a sangrar. Acariciaba sus labios tratando de sellar en ellos el sabor de mi boca. Se clavaba las afiladas uñas en las mejillas, haciéndose sangre. Lloraba. Sabía que el llanto, en ocasiones, curaba las heridas más profundas.

Piedra fría y duro acero se cernían sobre mí. Hierro en los puños, en los pies y en los ojos. No era horrible, tampoco placentero. El viaje había sido confortable. Ellos no hablaban, yo tampoco. No tiene sentido hablar cuando nada hay que decir.
Sentado en el suelo escuchaba la huida del miedo. Él sí que había llorado, golpeando con sus puños las rejas. Él sí suplicaba clemencia. Trataba de eludir su destino, que es el mío. No obtuvo respuesta; no obtuvo nada. No se lo he permitido. Aún cuando la presión y el agobio hicieron presa de mí mantuve la compostura, el silencio. No lloré porque mis ojos estaban secos. No sentí porque mi alma se había vaciado antes de entrar allí. Existían más muros que me separan de este mundo aparte de las paredes y el acero. Mi humanidad me abandonó cuando cometí mi pecado.
La celda era fría, la manta olía a muerte y a oscuridad, a podredumbre. Una humedad fría calaba los huesos doloridos. No lograba conciliar el sueño. No me extrañaba pero tampoco me resultaba molesto. Quería dormir y lo necesitaba. Lo intentaba.
Pero la celda era demasiado fría.
Como fría era la piedra donde, bajo la luna muerta, ella no había dejado de llorar. La loba se acercó, pero ella no se asustó, sabía que aquella loba ningún daño le haría. A su lado el animal aullaba cantando al viento sus penas. Ella no detuvo su llanto amargo. Dos lobas heridas en lo más profundo del corazón, los dos lamentos de las lobas se entrecruzaron en la noche. La alegría abandonó el lugar.

La pesada losa del futuro incierto amanecía sobre mi cuerpo desnudo. La noche formaba parte de un extraño sueño. ¿Había tenido una vida más allá de este lugar de acero y piedra? ¿Había conocido alguna vez la libertad? Mis preguntas no obtuvieron respuesta. Abrí los ojos. Agua templada cayó sobre mi cabello, acariciando mis manos, recorriendo los senderos de mis abdominales definidos, deteniéndose en cada rincón de mi sexo flácido y muerto. Otros hombres me observaban con lascivia. Algunos de ellos esbozando pícaras sonrisas bajo sus miradas ardientes. No me asusté, no había nada que temer. Estaba preparado.
Uno de ellos se acercó. Era atractivo. Estaba desnudo pero su sexo, a diferencia del mío, no parecía muerto. Me ofreció cortésmente su ayuda mientras tomaba entre sus manos una esponja seca. Cortésmente le rechacé y el volvió a mirarme, sentándose luego. No dejó de contemplar mi cuerpo. Podría haberme sentido incómodo pero esas banalidades no me preocupaban en absoluto.
La pesada losa del futuro apremia.

El juez escuchó mis razones, atento. Una mujer me observaba en la soledad de la sala. No era ella, porque ella permanecía dormida sobre la fría piedra en la ladera de la montaña. Un hilo de saliva caía sobre su pecho. La loba lamía su rostro húmedo de rocío y lágrimas.
El juez emitió su cruel veredicto. Sonreí.
Sobre la piedra desnuda el sol acariciaba su rostro, mas ella no despertó. Sus ojos permanecieron cerrados, sus labios fríos, su rostro contraído por el dolor. Yo en la soledad de una celda, ella en la soledad de la fría muerte. Tan injusto como poético.
Pienso.
Muchos años permaneceré en mi celda fría. Su esqueleto se lo llevará el viento mientras el mío se pudrirá en esta celda. Su cuerpo será presa de las aves carroñeras mientras el mío será contemplado por hombres esclavos de un hambre que no pueden saciar. Algún día lograrán su objetivo y probarán con ansia mi carne trémula.
En la quietud del bosque la loba ha muerto de pena y una lechuza de plumas blancas llora su pérdida. El ave fénix canturreaba en los mitos mientras lloraba la lechuza. Sobre la fría piedra los carroñeros devoraron los cuerpos femeninos. Rasgando la carne, saboreando los huesos, derramando su sangre. Las horas pasan, los días corren… El impasible correr del tiempo.

Diez años no son nada comparados con los milenios de historia de este mundo. Han sido largos y difíciles para mí. De nuevo la brisa, de nuevo el sol, la palidez de la luna, el olor de la naturaleza. De nuevo el susurro del viento, los cantos de las lechuzas, el vuelo de los murciélagos.
Ya nunca más se escuchará en la brisa de la noche el lamento de la loba, ya nunca recuperaré la caricia de la mujer.
En lo alto de la montaña me aguarda fría e impenetrable la piedra. Desde allí, con el valor en una mano y el miedo en la otra, contemplaré el atardecer teñido de rojo, como la sangre derramada allí por la pena del amor perdido.
El destino se ha cumplido.
Siento las horas pasar. En el firmamento las estrellas se ciernen sobre mí. Sin temor ni desamparo, tan solo el trágico camino de la inquieta soledad, el silencio respetuoso por la ausencia del lamento de la loba.

*Relato escrito en el año 2008...

7 de noviembre de 2012

Punto de partida. Otra vez.

Me llamo Damián, tengo 27 años, y esta es mi vida. Las experiencias que he vivido. Las situaciones que me han transportado desde el seno materno hasta el lugar que hoy ocupo en el mundo -sea cual sea ese lugar-. He vivido mucho, aunque no muy interesante o intensamente. Pero he vivido mucho, y mucho me resta, aún, por vivir. Eso espero.
La cuestión que hoy me ocupa, es la vida. La realidad. El mundo, tal y como cada uno de nosotros lo ve, lo siente, o lo percibe. La vida que llevamos, enfrentada en una lucha ancestral con la vida que ansiamos llevar. La realidad, humillada ante los sueños, encadenados por la realidad.

En los últimos días, a través de los ojos del mundo que me rodea, he conseguido hundirme en una tristeza que me resulta inexplicable. De pronto, años después de haber superado mis miedos, tras deshacer esos nudos que ceñían mi pecho y me impedían respirar los vientos puros de la libertad, he permitido que todo ese tremendo peso vuelva a caer sobre mis hombros. Sin saber muy bien cómo, las opiniones vertidas por las lenguas viperinas de aquellos que ni siquiera me conocen, han logrado derrotarme, y han quitado el brillo a mis sueños.
¡Por todos mis demonios internos! Estas semanas incluso he permitido que los ojos llameantes de una sociedad enferma me hayan provocado vergüenza y represión, y hasta he lamentado las opciones innatas más profundas de mi ser!

La ausencia de esas noticias esperadas, destinadas a reconfortarme, a alzarme, a cumplir parte de mis sueños, ha conseguido entristecerme, deprimirme. He dejado de escribir, porque escribir ya no parecía una prioridad para mí. ¿Qué sentido tendría seguir escribiendo, si a nadie le importa y a nadie le interesa? La derrota, fuerte e invencible.
¿Por qué retomar el papel y la tinta? Muy sencillo. Porque no sabría qué hacer con mi vida, de otro modo. ¿Cómo podría volver a una vida que jamás ha existido?

He dicho basta, me he plantado ante mi propio reflejo, decidido a aniquilarlo, a romper ese espejo cuya imagen me resulta desoladora.

He decidido luchar. Apasionarme de nuevo. Sentir, y vivir. A mi manera, siguiendo mis propias reglas.
Viajaré a Londres, la ciudad de mis sueños, porque necesito hacerlo. Aunque sienta miedo, aunque la sola idea de hacerlo consiga desvelarme por las noches.
¿Y qué más da?
Son las pasiones más arraigadas en las profundidades de tu pecho, aquellas a las que debes seguir... allá donde te lleven. A mi, van a llevarme a ese país que adoro. Me han llevado a iniciar ese camino que siempre he deseado surcar. El de la literatura. El de la enseñanza.
Son esas pasiones las responsables de cada palabra escrita por estas, mis manos, durante 27 largos años. Y muchos más, que vendrán.

27 de octubre de 2012

Pensamientos

1.- Que tristeza, la mía... que triste la vida que me ha tocado... esperando la espera eterna, desesperanza de mis anhelos que nunca llegan. Y, dime, tú que me lees, ¿qué será de mí si ese anhelo jamás llega?

2.- Sería más sencilla la vida, sin soñar despierto. Aburrida sería, bien es cierto, pero ¡¡que tranquilidad!! Pues soñando, pesadillas acuden. Y despierto, la mente ociosa cultiva temores que nunca llegan a germinar, pero que calan hondo en el alma perdida. Deja de soñar, escritor... y comienza a vivir la tristeza de tu realidad.

3.- He salido del armario, a veces me pregunto para qué... ¿a quién habría de importarle lo que en mi cama ocurre? Y en verdad, a veces creo, sería mas sencilla la mentira. Al menos, cuando mentía, nadie se atrevía a juzgar mi mentira. Ahora que vivo la vida en posesión de la verdad, cada mirada es un juicio, y cada comentario es una dolorosa ofensa que finjo obviar, aunque no lo haga.

Pensamientos de la mente ociosa. Pensamientos de la mente adolecida, triste. Pensamientos.

10 de octubre de 2012

Reflexión

Ve a dormir temprano, escritor, para evitar esos pensamientos que te atormentan. Pues cuando en la madrugada resistes al sueño y el reposo, tan solo ideas oscuras preñadas de desesperación pueden anidar en las profundidades de tu mente... y, allí, germinar en la forma podrida de la infelicidad.

3 de octubre de 2012

Ya que de soñar hablamos...

Tuve una vez un sueño, tan extraño como la vida misma... y en aquel sueño, la tinta y el papel habían desaparecido, transformándose en el brillo cegador de un foco, y en la musicalidad de una voz que pronuncia las palabras que fueron escritas. Hay luces, redondas, que limitan la clarividencia de un espejo brillante y frío, ante el cual, una dama de muchos nombres y muchas vidas, acicala sus cabellos pajizos y se maquilla las mejillas sonrosadas. A su lado yace un caballero, brillante y dorado, mientras otro hombre, de carne y hueso, le ofrece tres vestidos, iguales por ser diferentes, que ella rechaza una y otra vez, pidiendo el cuarto, aquel que ha sido reservado únicamente para su uso al final de todas las cosas.
En ese sueño, yo me siento en una silla con mi nombre, rodeado por mis notas, y contemplo ante mis ojos el despliegue de medios, destinado a honrarme, a cumplir lo pactado... a crear, ante mis ojos, la historia que yo habré escrito para ellos.
¡Qué hermoso, aquel sueño!


"Twenty-four frames a second, 100 heartbeats a minute, a dozen emotional highs an hour - and shockwaves that last a lifetime: that's cinema."

Esta semana, que dispongo de tiempo para retomar el hilo de mi vida sobre el papel, he tomado una decisión largamente pospuesta. Después de atravesar los infiernos de Vincent, y mientras espero la respuesta de un editor, que no llega, me preguntaba qué sería lo siguiente, qué proyecto ocuparía mi (escaso) tiempo libre... Ahora, ya lo se.
Aquel que mi musa, la de verdad, la que me anima y me apoya, desea que escriba.
Como ya os he contado alguna vez, el cine es, por decirlo de algún modo, ese mundo que me llama, que me atrae, que me apasiona. Podría pasarme los días viendo cine, respirando cine y leyendo cine... del mismo modo, vivir del cine sería un sueño... como aquel que os confesaba al inicio de este breve relato de un día cualquiera en mi extraña vida.
Celuloide a parte, hay historias que, por su alto contenido visual, no pueden ser narradas en papel y tinta, pues necesitan la imagen para desvelar lo justo y mantener tras el velo aquellas cosas que no deben anticiparse. Y en ello estamos... 

El proyecto que ahora me ocupa se ha fraguado a lo largo de los últimos dos años, variando un poco en sus argumentos pero nunca renunciando a su esencia. Sí, es cierto... la historia ha evolucionado, del drama más básico a una estructura más compleja, más satisfactoria. Y lejos de efectismos, lejos de falsas modestias, considero que es una buena historia, que puede convertirse en un buen guión de cine... y en una buena película. 
Porque, y ya que de soñar estamos hablando... ¿qué más da soñar con un libro publicado, o con el rodaje y estreno de una película? Son sueños que se complementan, desde el inicio de los tiempos, en la mente siempre ausente, siempre creativa, del escritor de estas líneas. 


25 de septiembre de 2012

Cambiar el espejo

Ese momento en el que te miras en el espejo... y al ver tu propio reflejo, apenas puedes reconocerte. ¿En qué te has convertido? ¿Cómo has podido permitir que algo así haya pasado contigo?
No reconoces a quien te devuelve una mirada de afectación desde el otro lado. Esos ojos son los tuyos, pero brillan mortecinos y apagados, desilusionados. Tu piel es la misma que la suya, pero parece anciana, arrugada. El cabello muerto, los labios quebradizos. La ropa gastada, y unos kilos de más... 
¿Quién eres?

Ese momento llega, cuando apenas te has dado cuenta del desastre en que has convertido tu vida. 
Ahora que trabajas, ahora que puedes... te sonríes a ti mismo y piensas, ¿qué mas da? Asumes que eres valiente, rebelde, porque no vas a ceder a la tentación de cambiar lo que eres. Pero claro, es entonces cuando te das cuenta de que eso, eso que te devuelve el espejo, no es lo que eres, sino en lo que te has convertido por la lucha con una vida que no mereces, que no quieres... es el resultado de tu vagancia, de tu tristeza y tu dejadez. 
¿Recuerdas cuando eras diferente?
Tal vez, nunca lo has sido.

Pero es el momento.
Ahora, que has definido tu vida. Ahora, que eres más libre de lo que jamás habías soñado. 
Puedes permitirte gritar a los cuatro vientos, puedes correr y saltar. Puedes besar a tu pareja, cuando la tengas. Puedes reír. Reír con ganas, con desenfado... despeinarte y volver a peinarte. Quitarte la ropa, aunque te avergüences de la barriga que has dejado crecer alrededor de tus abdominales... 
¡A quién coño le importa!

A ti.
Porque al verte en el espejo, desnudo de disfraces y máscaras, te has dado cuenta de que es el momento de cambiar... de volver a ser tú. De convertirte en la versión mejorada de lo que siempre has sido.

Tan sencillo de decidir... tan complejo de hacer... 
¡Pero lo harás!
Por ti.