7 de noviembre de 2012

Punto de partida. Otra vez.

Me llamo Damián, tengo 27 años, y esta es mi vida. Las experiencias que he vivido. Las situaciones que me han transportado desde el seno materno hasta el lugar que hoy ocupo en el mundo -sea cual sea ese lugar-. He vivido mucho, aunque no muy interesante o intensamente. Pero he vivido mucho, y mucho me resta, aún, por vivir. Eso espero.
La cuestión que hoy me ocupa, es la vida. La realidad. El mundo, tal y como cada uno de nosotros lo ve, lo siente, o lo percibe. La vida que llevamos, enfrentada en una lucha ancestral con la vida que ansiamos llevar. La realidad, humillada ante los sueños, encadenados por la realidad.

En los últimos días, a través de los ojos del mundo que me rodea, he conseguido hundirme en una tristeza que me resulta inexplicable. De pronto, años después de haber superado mis miedos, tras deshacer esos nudos que ceñían mi pecho y me impedían respirar los vientos puros de la libertad, he permitido que todo ese tremendo peso vuelva a caer sobre mis hombros. Sin saber muy bien cómo, las opiniones vertidas por las lenguas viperinas de aquellos que ni siquiera me conocen, han logrado derrotarme, y han quitado el brillo a mis sueños.
¡Por todos mis demonios internos! Estas semanas incluso he permitido que los ojos llameantes de una sociedad enferma me hayan provocado vergüenza y represión, y hasta he lamentado las opciones innatas más profundas de mi ser!

La ausencia de esas noticias esperadas, destinadas a reconfortarme, a alzarme, a cumplir parte de mis sueños, ha conseguido entristecerme, deprimirme. He dejado de escribir, porque escribir ya no parecía una prioridad para mí. ¿Qué sentido tendría seguir escribiendo, si a nadie le importa y a nadie le interesa? La derrota, fuerte e invencible.
¿Por qué retomar el papel y la tinta? Muy sencillo. Porque no sabría qué hacer con mi vida, de otro modo. ¿Cómo podría volver a una vida que jamás ha existido?

He dicho basta, me he plantado ante mi propio reflejo, decidido a aniquilarlo, a romper ese espejo cuya imagen me resulta desoladora.

He decidido luchar. Apasionarme de nuevo. Sentir, y vivir. A mi manera, siguiendo mis propias reglas.
Viajaré a Londres, la ciudad de mis sueños, porque necesito hacerlo. Aunque sienta miedo, aunque la sola idea de hacerlo consiga desvelarme por las noches.
¿Y qué más da?
Son las pasiones más arraigadas en las profundidades de tu pecho, aquellas a las que debes seguir... allá donde te lleven. A mi, van a llevarme a ese país que adoro. Me han llevado a iniciar ese camino que siempre he deseado surcar. El de la literatura. El de la enseñanza.
Son esas pasiones las responsables de cada palabra escrita por estas, mis manos, durante 27 largos años. Y muchos más, que vendrán.

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