21 de julio de 2011

Un día extraño

Hoy, me he despertado con una extraña sensación en todo el cuerpo.
He pasado una muy mala noche, apenas he podido dormir y cuando al fin conciliaba el sueño, acudían pesadillas que no puedo recordar excepto como terribles sueños infestados de miedos y desesperación. Tan solo recuerdo correr, correr con todas mis fuerzas huyendo de algo o de alguien que me perseguía, dándome alcance...

Al pensar en ello me doy cuenta de que aquello que me perseguía era la personificación del pasado que me ahoga y del futuro que se me escapa, y me doy cuenta de que tal vez no era yo el perseguido, sino quien perseguía la efímera silueta de un sueño a todas luces esquivo.
¿Qué os viene a la cabeza si pensáis en los sueños que teníais siendo muy jóvenes? No me refiero a qué queríais ser de mayores (médicos, enfermeras y bomberos) sino a ese sueño, o tal vez esa certeza de que en el futuro, tan lejano entonces como real ahora, estaríais en un lugar y en un momento exactos.
Si yo lo pienso, a mi mente tan solo acude la silueta de la torre de un reloj coronando una ciudad que por ahora tan solo he visto en sueños. Si yo lo pienso, a mi mente acude un nombre conocido por todos. Su nombre. El nombre de la ciudad de los sueños.
Londres.
Siempre he sabido que allí me espera mi destino. Por qué estoy tan seguro no lo tengo nada claro pero la verdad, no me imagino una larga vida aquí, donde ahora me encuentro. Me la imagino, pero sería una vida vacía. Una vida sin cambios, sin avances ni retrocesos... tal vez sin amor.
En Londres tal vez mi vida se vuelva difícil, a buen seguro los comienzos resultarán duros y la melancolía y la morriña me conquistarán con prontitud, llamándome a que retorne al lugar del que provengo... pero es Londres.
A menudo en mi mente fantasiosa imagino cómo sería mi vida allí. Absurdo, ¿no es cierto? No es bueno perderse en los sueños y olvidarse de vivir. No soy idiota y se que, es posible, nunca llegue a vivir en esa ciudad. Se que, muy posiblemente, algo habrá siempre que me detenga, que me mantenga en mi sitio, que me impida subirme a un avión y sin volver la vista, perderme en un destino incierto con sabor a té y acento británico.
Pero también se que, es posible, todo ocurra. Y tal vez pronto camine por sus calles, y viva entre sus gentes, y hable inglés cada día...
Supongo que el sueño se hizo más real el día en que le conocí. Supongo que escuchar en su voz el acento de la tierra soñada me hizo pensar que quizás, tan solo quizás, algo así sería posible.
Me gustaba. Sentir aquello me gustaba.
Era como tener cerca un lugar lejano, como sentir... que todo era posible. Y aunque el miedo a muchas cosas me detenía, sabía que... al alargar la mano... al escuchar... al contemplar su sonrisa... todo era posible.

Hoy es un día extraño, en el que te extraño. Aunque jamás llegues a saberlo. Aunque te lo diga y nunca llegues a creerlo de verdad...
Hoy es un día...

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