27 de junio de 2010

En lo más profundo de un pozo sin fondo

[...]

Abrió los ojos, consciente de que la oscuridad más espesa y fría había acompañado su inquieto sueño. Ninguna luz a su lado, ni en el horizonte negro, ni sobre su cabeza. Ni una brisa, ni un sonido, ni un aliento. ¿Se había quedado ciego? ¿Sordo tal vez? Quiso gritar, pero en sus pulmones apenas podía retener el aire. Algo le abrazaba el pecho, no de un modo sensual, sino mortífero. Un abrazo de muerte.
Le faltaba el aire, la cabeza le daba vueltas, sentía náuseas en el estómago y dolor en las piernas trémulas y las manos muertas. ¡Qué hacer cuando el yugo del destino cae sobre los hombros débiles! ¡Qué, cuando el mundo gira, ajeno al dolor de un alma!
Como salir del pozo, sin ayuda, ni escalera.
No hay salida.

[..]

Sus ojos se llenaron de lágrimas de hielo. Su corazón dejó de latir. La angustia cercenaba sus sesos, horadaba su alma impura. Había soñado, había creído que vivía... pero en realidad, no era más que un hombre muerto, una proyección de aquello que más temía, de lo que más odiaba.
Era un espectro. Un fantasma.
Aquella nueva realidad, la certeza de aquellas palabras, le provocó una sonrisa maquiavélica, en cierto modo escalofriante. Un círculo cerrado. Resultaba irónico.
Se estaba conviertiendo en aquel monstruo que siempre había intentado dominar. La maldad latía dentro de él, confinada al mundo de lo privado, atada por las férreas cadenas de la sociedad. Cadenas que, lentamente, perdían su fuerza. A no mucho tardar, la bestia se liberaría.
¿Qué pasaría entonces?
Tenía miedo. Miedo de sí mismo, miedo de los demás.
¿Había alternativas?

[...]

Lloró lágrimas de sangre. Lágrimas de dolor. De ira, de pena, de angustia, de miedo.
Y con lágrimas de sangre bañó su cuerpo, mesó sus cabellos, purificó su alma.
Con lágrimas de sangre ahogó el terror y la pena.
Con lágrimas de sangre ahogó la tristeza en la que tantas veces se había regodeado.
En un mar de sanguinolentas lágrimas, sintió el filo de la soledad.
Su cuerpo se lo llevó la marea. Su sangre se había derramado, mas no era sangre, sino tinta negra.

[...]

La muerte es fácil. Vivir es lo dificil.
Nadie dijo que sería sencillo.
Ahora, solo me queda llorar. Y soñar con tiempos mejores.

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