22 de marzo de 2010

Los hombres que miraban fijamente a las cabras


¡Delirante! Es la palabra que mejor describe la última película que he visto en cines, acompañado por mi primo Iván.
Aunque entré con desconfianza —no me tiraba mucho el título, traducido literalmente del inglés por una vez— debo reconocer que me lo pasé genial en la hora y media que dura. ¡No dan tiempo a respirar entre carcajada y carcajada! La película —con acontecimientos “más verídicos de lo que parecen”—, está protagonizada por un graciosísimo George Clooney en el papel de un miembro del Ejército de la Nueva Tierra. No quiero desvelar demasiado del argumento, así que lo dejo ahí. A su lado, el oscarizado —este mismo año— Jeff Bridges y un Ewan McGregor que, a mi entender, se confirma como excelente cómico. ¡Ningún cinéfilo que se precie debería perderse los guiños que rodean a su personaje y al actor en sí, realmente galácticos!
La curiosidad, relacionada conmigo y no con la película: entré en la sala convencido de que era una película de los Coen —vayaustéasaberporqué— y no descubrí mi error hasta los títulos de crédito. Pero… ha valido la pena.
Yo cambiaría el final… y cuando todos la hayáis visto, os diré por qué.
Muchos la han calificado como “poco convencional, aunque se cree más graciosa de lo que realmente es”. Si somos especialmente duros con ella, lo cierto es que en ciertas escenas cae en la risa fácil. Pero lo absurdo del conjunto hace que la comicidad resulte llevadera. Recuerdo que en algún momento pensé “¡vaya fantasmada!” ante ciertos chistes, explicaciones e incluso, conversaciones completas. Pero la película en sí es un producto para la diversión, que muy enterrado bajo la sonrisa, guarda un mensaje no del todo claro.
Yo la recomiendo. Como guionista —el guión está bien atado… exceptuando ese final que no termina de redondear el pastel— y como cinéfilo. Pasaréis un buen rato.

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