1 de marzo de 2010

La nueva dimensión…


Uno cree que ya está todo inventado, que existen unos caminos trazados que todos debemos seguir. Y lo más importante: una vez elegido un camino, resulta complicado salirse de él, no digamos cambiar de uno a otro sobre la marcha. No hablo de la vida. O tal vez sí. De una parte de la vida, al menos de la mía: la escritura.
Existen en el mundo de la escritura creativa varios “senderos” en los que uno puede moverse con libertad y comodidad. Uno puede escribir literatura en prosa, para adultos o para jóvenes. O dedicarse a la poesía y crear bellas rimas. Incluso existe la posibilidad de crear canciones. Y por supuesto, uno puede dejarse seducir por el brillo de los focos y crear guiones, que serán transformados en películas.
Obviamente, cada escritor puede elegir uno solo de esos caminos, o muchos de ellos. Incluso puede haber algún aventurero que decida tocar todos los palos. Eso es valentía y arrojo, que nadie lo dude.
Sin embargo se da un hecho cuando un escritor decide cambiar su rumbo: parece que el mundo deja de tomarle en serio. El novelista metido a poeta, el poeta transformado en guionista, en músico o en dramaturgo. Cualquiera de ellos puede perder el respeto y el privilegio de la admiración. Su pedestal tiembla bajo la influyente mirada de un público que debe acomodarse a la nueva faceta del autor…
Mi carrera toma una nueva —y quién sabe si definitiva— dimensión. El cine, ese arte lleno de grandes estrellas, focos y alfombras rojas, pero más importante que ello, cuajado de historias llenas de emoción, me ha conquistado.
Mi preparación —por libre, nada de academias— para la escritura de guiones ha llegado a un punto culminante en el que, para seguir aprendiendo, no basta con sentarse y observar. Ahora he de subirme a la moto y caerme cien veces para lograr avanzar cien metros. ¡Y qué cien metros!
He estudiado diversos libros, escritos por auténticos maestros en el sutil arte de la escritura de cine. No me he limitado a leer libros sobre el guión, sino que he aprendido a ver el cine con otros ojos, conozco a los diferentes profesionales que trabajan en él… incluso podría lanzarme a la dirección de mi propio proyecto, si se diese el caso —y si tuviese un ápice del valor suficiente para hacerlo—. He leído pero, más que eso, he estudiado y memorizado los consejos, los trucos, las diferencias de géneros y estilos…
Podría decir, sin temor a equivocarme, que en mis venas ya no corre tinta —o al menos, ya no sólo hay tinta en ellas—. Ahora, también hay celuloide.
Celuloide y tinta en las venas, y estrellas en el firmamento de este sueño.
Quizás muchos piensen: “Éste es un flipado, ya no era difícil publicar un libro, que ahora se pone más piedras en el camino dirigiendo su mirada al complejo mundo del cine”. Mi mayor temor es la razón que tienen pero, alguien me dijo no hace mucho, la positividad llama a lo positivo. Yo sé que puedo. Es posible. Complicado, no voy a negarlo, pero posible.
No, no pienso dejar de escribir novelas. Sigo en ello. Es muy probable que jamás deje de escribirlas. Incluso escribiría novelas que luego, adaptaría yo mismo a la gran pantalla. O tal vez, en un futuro, la novela se me quede corta, o me resulte más sencillo expresar las historias en el increíble arte de la gran pantalla.
Pero eso es correr demasiado rápido hacia el futuro incierto. Hoy es hoy… mañana, quién sabe.

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