11 de febrero de 2010

Mis Diosas, mis Mujeres, mis Almas Gemelas...

¿Quién dijo que el escritor no ama? ¿Quién dijo que solo siente alegría rodeado de papel y lápiz? ¿Quién que su corazón solo late con la tinta derramada por sus manos? Lo digo yo. Tal vez. Es posible. Y sin embargo, he encontrado seres en mi camino que me llenan de una paz inusitada. Es la gloria, tal vez. La felicidad.

Ella. Su nombre suena a diosa de la cultura. Ella. Su imagen me ha servido de inspiración, su mito ha sembrado en mi mente la creatividad de una historia que no necesito pensar, porque surge sola de mis dedos. Ella.
Minerva es la diosa romana de las artes y las ciencias. En ella me he inspirado (y he tomado su nombre) para crear la novela juvenil que, a día de hoy, estoy a punto de concluir. No quiero desvelar nada del argumento, no vaya a ser que se gafe, pero puedo daros el título (provisional, como siempre) de esa historia que tanto he disfrutado escribiendo: “Minerva entre libros”.
En realidad, este título no es demasiado correcto… pero me gusta su sonoridad, y todo lo que implica. En verdad, hace referencia a una parte de lo que Minerva (la protagonista) es. Pero bajo ese título se ocultan muchas más cosas. Otros títulos que barajé son “Minerva” o “Minerva y el libro de los libros”. Este último era el título oficial hasta que la historia cambió de rumbo, y ahora carece de significado.
Minerva toma la forma de una actriz a la que amo y adoro, como sucede siempre en todos mis libros. Diana no querrá saberlo, a ella le gusta descubrirlo por sí misma… y a mí me gusta que lo haga, porque con su opinión siempre me aseguro de haberlo echo bien. Minerva es una mujer, es verdad. Pero no es una mujer al uso. No es el prototipo de heroína. No busquéis entre las actrices típicas de estos papeles. Buscad entre aquellas destinadas a otras historias y daréis con ella. Porque ella es la mejor entre las mejores. No, no es mi musa Winslet. Es otra. Otra como ella. Otro mito.

“Minerva entre libros”, si la cosa funciona, es solo el inicio de un proyecto ultra-secreto. Podéis torturarme, pero jamás desvelaré nada, no hasta que llegue el momento, o hasta que el fracaso me haga desistir de esta idea. No hay dinero que pague esta “exclusiva”. Vale, es posible que mis tres lectores descubran el secreto antes que nadie pero… ¡no les torturéis tampoco a ellos!
¿Queréis una pista? Son las mujeres.

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