14 de diciembre de 2009

Tomando decisiones

A veces, la mejor alternativa es la confesión.
Por difícil que nos resulte, confiar en aquellos que son nuestros amigos es la más inteligente de las opciones. Desvelarnos ante ellos con nuestras virtudes y nuestros defectos, abrir la caja de Pandora que llevamos dentro, liberando a todos nuestros demonios. Confesando nuestros secretos.
Ellos sabrán entendernos. Podrán ayudarnos, si les dejamos. Muchas veces el camino está claro, pero nuestros miedos y temores nos impiden avanzar. Ellos pueden ver más allá de nuestras limitaciones, mostrándonos una alternativa a la inmovilidad, a la renuncia y a la rendición. Un camino que tal vez no conduzca a la victoria o al triunfo, pero que supone una alternativa viable a la cobardía.

Yo he confesado. He vaciado mi alma frente a un vasito de espidifen. Escuché, conté y acepté consejos, aunque en aquel momento me pareciesen descabellados. He meditado sus palabras, sopesado los inconvenientes del plan.
Ahora, es el momento de tomar las decisiones oportunas. Luchar o rendirme. Permanecer o huir. Fracasar en el intento o ni siquiera intentarlo. Todas son opciones, cada una mejor o peor que la anterior. Todas suponen un triunfo, o una derrota más.
He tomado mi decisión. He decidido intentarlo. Luchar. Conquistar nuevas metas, en la búsqueda incansable de aquello que amo, siento y deseo. Porque tienen razón: lo único que me ata, mi único grillete, es muy fácil de forzar, puedo abrirlo si así lo deseo. Y lo haré. Porque merece la pena la libertad, sea o no a tu lado. Merece la pena la lucha, la fuerza. Primero debo armarme de valor, sacarlo de las entrañas, crearlo de la nada.
Pero estoy preparado. Estoy decidido. Lo haré.

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