30 de noviembre de 2009

Aviones van, aviones vienen

Me gustan los aeropuertos, los aviones me fascinan. En las terminales se producen reencuentros y despedidas, besos de amor y abrazos fraternales. El amor flota por todas partes, la alegría (también la tristeza de quien se va). Yo me voy.
No siento tristeza (al menos no solo tristeza) sino alivio. Es necesario, por mi propia supervivencia.
Mi avión sin embargo ha sido pospuesto sine día. Todavía no sé cuándo se producirá mi marcha. Mi huída, mejor dicho. Aún debo permanecer aquí algún tiempo… Solo por si acaso.
Tampoco conozco mi destino. ¿Londres? ¿Nueva York? ¿San Francisco? ¿Los Ángeles? Hay tantos lugares a los que querría mudarme y tan poco es el dinero que tengo para invertir… Quizás Londres, es una buena decisión. Lejos de aquí, pero lo suficientemente cerca para volver en caso de necesidad. Una distancia prudencial para la huída. Casi perfecto.
Miro cada mañana el panel de vuelos esperando ver el mío, pero nunca aparece. Empiezo a pensar que jamás podré abandonar este sitio, abandonarlo todo, abandonar… lo que siento.
Los aviones. Se mantienen en el aire a pesar de su excesivo peso. Van y vienen a diario, cruzando distancias imposibles a una velocidad considerable. Es, sencillamente, increíble. En él encontraré la paz que necesito.
Porque me voy. Eso está decidido. Solo que no sé cuándo ni como.
Solo sé que, si tú me lo pides, abandonaré mis planes y me quedaré a tu lado. Del mismo modo que sé que tú jamás me pedirás eso. Por varios motivos.
Así que me voy. Es una despedida larga, un adiós sin fecha. Una decisión tomada. Un viaje al olvido.

1 comentario:

Treintaentertulia dijo...

ca mi tb me gustaban los aviones. pero duerme en uno de ellos a ver que te parece