7 de septiembre de 2009

Las musas

Tal vez sean las musas quienes me susurran al oído el destino de mi propio mundo. Sí, quizás sean ellas, las musas…

Seres etéreos, incorpóreos. Esencia misma del arte y la cultura. La fragilidad de un poema, la dulzura de una balada, el métrico golpear del escultor sobre la piedra. El destino de lo escrito.
Las musas me susurran historias que nadie más conoce, leyendas de ninguna parte. Ellas me presentan a personajes desgarrados, miserables, hombres muertos y mujeres desquiciadas. Con ellas vivo feliz, sin ellas, muero.
Las musas me rodean, me acarician, me susurran palabras de consuelo. Por ellas puedo escribir, con ellas puedo crear. ¿Quiénes son las musas? ¿De dónde proceden? Las veo. Son hermosas, a su manera, pues no tienen forma, ni olor. Tampoco tienen tacto. Son simplemente viento, aire, perfume a lirio y rosa, a jazmín y violeta. Es la belleza de un arco iris, el murmullo del mar, la canción de una tormenta. No tienen sexo y aún así, se me antojan mujeres, pues es la mujer la más alta esencia de la perfección. Hermosas y frágiles doncellas, fuertes y luchadoras heroínas.
Si cierro los ojos, veo a las musas danzando en un claro en el bosque, como ninfas o dríades, como hadas, como duendes. No tiene rostro y aún así, cada una es diferente y en el fondo, todas son iguales. Porque su naturaleza es la misma, porque, en esencia, son musas y nada más. Porque no existen, porque no respiran, ni hablan, ni ven. No siente, no lloran… y aún así, son curiosamente humanas, terrenales, sólidas.
Mis musas toman forma de artista, de actriz, de niña. Son las mujeres que me inspiran, aquellas que aparecen en los libros que escribo. La ganadora de un Oscar, mis mejores amigas, mi amada, siempre amada, ahijada. Ellas me hablan sin hablar, me miran con los ojos cerrados, me leen sin haber escrito nada. Distantes como rutilantes estrellas, cercanas como mi propia piel.
Pocas veces se cuelan hombres en la fantasía de las musas. Pero ellos tienen su parcela, ellos están presentes en la atmósfera. Tan cierto como la luna y el sol. Dos caras, dos sexos, dos posibilidades… y ellos son amigos, son padres y primos, son lejanos y acaudalados actores, son cercanos vecinos.
Son miradas del color más claro del cielo.
¡Oh, las musas! Las musas son la verdadera esencia de lo escrito, las que rigen el mundo que nadie más puede ver, que nadie más conoce.
¡Oh, las musas! Esquivas unas veces, cercanas otras. No importa cuando, cómo ni donde… ellas siempre me encuentran, siempre regresan a mi. Las musas son una parte de mi alma y yo soy enteramente suyo, pertenezco a las musas porque sin ellas, no puedo sobrevivir. Porque ellas me dan aliento, ellas me ofrecen el papel y la tinta, esa tinta que corre por mis venas.
Por ellas, mis musas, siento verdadero amor.

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