6 de septiembre de 2011

Yo lo se, ¿lo sabes tú?

Ayer el día estaba torcido. Me sobraba el aire, me sobraban las palabras, me sobraba la gente... habría querido desvanecerme en las turbias aguas del océano más oscuro y profundo, en las abisales tinieblas del mal y la soledad. Nada ni nadie conseguía calmar la desidia que me carcomía y si bien ciertas personas arrojaron un toque de luz, la vida seguía siendo negra. Tal vez sea yo, en el fondo, quien oscurece de forma continua una vida que no es tan horrible. Posiblemente sea yo quien trata de cavar más hondo, hundiendo la tierra bajo mis pies en un pozo que amenaza con derrumbarse sobre mí. 
Lo he pensado mucho... he dedicado parte de la noche a ocultarme entre las sábanas y, afligido por el insomnio, he tomado decisiones y aceptado conclusiones más dolorosas incluso que el propio dolor de sentirme ahogado y solo. 
Yo soy el responsable... de ser lo que soy.


Alguien me dijo que hay trenes que solo pasan una vez en la vida, y que si en esa única ocasión no consigues subirte, será una oportunidad perdida y un camino sellado. Alguien me dijo que el amor no espera, pero que  tampoco se marchita. Que hay que lanzarse al vacío, sin temores, esperando que exista una red de seguridad que frene la caída. 
Quizás lo más sincero que hoy puedo decir es que amo el amor. El amor lo mueve todo, lo cambia todo, y hace de la vida un camino en compañía y una aventura más hermosa. Quizás haya escogido mal mis opciones, o tal vez no encaje demasiado el amor romántico con la vida que me ha tocado vivir. Pero así son las cosas. 
Uno me dijo, una vez hace mucho tiempo, que son ganas de complicarme la vida. "Mas allá de tópicos, lo cierto es que los hombres somos  promiscuos, y aunque consigas a un hombre que te ame... él terminará buscando en otros cualquier pequeña cosa que tú no puedas o no quieras darle". Eso me dijo. 
Pero yo no lo creo. 
Lo hemos visto toda nuestra vida. Es cierto que existen divorcios, cada vez más... pero también es verdad que existen los amores perfectos, las parejas eternas. Yo lo veo cada día. Mis abuelos hace más de cincuenta años que están casados y siguen siendo un matrimonio feliz. Quizás no perfecto, pero, ¿quién aspira a la perfección? 

Amo el amor. Ansío cenas a la luz de las velas, camas bañadas en pétalos de rosa, largos baños contigo abrazándome y susurrándome baladas al oído, o palabras tiernas. Deseo largos abrazos y profundos besos, caricias que son solo caricias y miradas que dicen más que un millón de palabras. ¡Qué destino, ser romántico en un mundo donde el romance parece haber muerto! 

Antes preguntaba quién, en su sano juicio, buscaría la perfección. La perfección no es más que una utopía, un sueño, algo inalcanzable. ¿Pero, es así? 
Yo te conocí y supe que eras perfecto. La pieza que encajaba en el puzzle de mi vida. No hablo de una perfección tangible, ni siquiera de una perfección intangible e invisible. Hablo de una perfección que va más allá de lo posible y lo imposible, que no se limita al cuerpo físico, que no se atiene a las normas establecidas. Es una perfección basada en lo más primario del hombre, del hombre animal, que tan solo busca la perfección del espíritu y la certeza de que nada más desea y nada echa en falta, en ti. 
Te tuve, en cierto modo, a mi lado. Te quise, en secreto, pero con todas las fuerzas de un corazón a veces dañado por las circunstancias. Sin esos daños me habría lanzado al vacío esperando que tú me recogieses en tus brazos... pero no llegué a hacerlo, y cuando quise besarte te daba un abrazo, y muchas veces quise hablar y terminaba simplemente sonriendo. Quizás lo recuerdes, esos momentos en que parecía querer decir algo y terminaba diciendo que nada. 
Quise brindar con vino, y en su lugar brindé con café. Y en la última oportunidad, mientras sentía tus brazos rodeándome por última vez en mucho tiempo, quise acercar mis labios a los míos y derramar en un solo beso cada palabra nunca dicha, para que supieras siempre que mi corazón late por ti. Y al verte, por última vez en mucho tiempo, hube de sentarme en aquellos bancos de plástico y con mis manos en el rostro, lloré. 

Yo se por qué ya no quiero seguir adelante. Yo se por qué mi vida parece haberse congelado. Por qué ayer me sentía frágil e indefenso. 
Yo lo se... la cuestión es si tú lo sabes, si tú sabes que mi vida no continúa porque no estás aquí. Porque siento que lentamente desaparece tu rastro, porque te veo sin verte, porque... 
Yo lo se, ¿lo sabes tú?

2 comentarios:

barooka dijo...

Precioso, aunque yo sea de esas que no creen en el amor romántico. A pesar de eso y gracias a Dios (o a quien sea) aún nos quedan muchos tipos de amor entre los que escoger. :)

Damián F. Maceira dijo...

Eso es muy cierto, barooka. Yo nací romántico, quizás en la época equivocada pero... tal vez ahí está la gracia, no?
Hay muchas clases de amor, y todos ellos son igual de válidos. Lo importante es amar, y disfrutar amando.
Gracias por leer y por comentar.
:)