16 de junio de 2011

Regreso al Papel y la Tinta

Han sido largas semanas de ausencia, largas noches de vacío y eternos días de sequía.
La tinta había dejado de fluir por las venas marchitas del escritor, y caía, espesa y putrefacta, en el suelo desértico del tiempo y el espacio.
Las palabras, silenciadas.
Las ideas, encadenadas a majestuosos muros de piedra viva.
Las musas, exterminadas, muertas en el silencio de la desesperanza y el horror más inhumano.
Y su sangre mancillada, en las manos del escritor ausente.


No hubo tiempo para la creatividad, cuando el nervio estaba centrado en terminar un curso, en salir victorioso de unos exámenes. No hubo tiempo, cuando la mente distraída luchaba por no caer en la locura, por no atender a los insultos, por no perderse en los miedos.
Ahora que todo se ha calmado, tras la tempestad, las aguas del océano de mi vida vuelven a estar tranquilas, los ríos avanzan tranquilos por cauces renovados, limpios y llenos de una luz nueva que brilla en el oleaje como pequeños diamantes en las espumosas aguas de Venus. O de Eros.

Ahora que todo se calma, mientras el verano se abre camino entre las flores de la primavera y el aroma del sol comienza a bañarlo todo, el escritor antes ausente retoma el control de sus días y, papel en mano, tinta en las venas, comienza nuevamente a derramar sus historias.
Las musas viven de nuevo, y caminan a su alrededor, protegiéndolo de una vida que nunca fue más suya de lo que hoy es.
Porque el escritor ha retornado, como el rey, para quedarse...

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