24 de abril de 2011

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LA DIFÍCIL VIDA DEL ESCRITOR NOVEL
Publicado en “El Correo Gallego”. 31 de Marzo de 2007

Cada mañana me siento ante una hoja en blanco esperando impaciente la llegada de las musas. Desde mi privilegiada posición he visto amanecer y anochecer en muchas ocasiones. He contemplado el ir y venir de agricultores, automóviles y ciclistas. He visto a mis vecinos vivir sus vidas mientras la mía se marchitaba muy poco a poco, como se marchitan las páginas mustias de los libros que escribo sin la esperanza de que lleguen a leerse algún día.

En mi mente hierven las ideas y se agolpan unos sobre otros los personajes que han de vivirlas. Es un baile constante de hombres, mujeres y niños cuya realidad no es otra que complacer mis ansias de creatividad. Algunos de estos personajes me desgarran por dentro con sus heridas sangrantes y sus crudas historias. Son productos muertos de mi mente enferma.
He escrito mucho a lo largo de mi relativamente corta vida. Muchos de mis trabajos los he perdido, muchos han sido destruidos con las mismas manos con que fueron creados. De los que restan, guardados bajo llave en un cajón de mi dormitorio, la mitad carecen de un valor monetario real, pero cuentan con un profundo e incalculable valor sentimental. Son mis retoños, mis hijos. En ellos late una parte de mi corazón. Están escritos con la misma tinta que corre por mis venas, sangre roja derramada en muertes y nacimientos, alegrías y penas. Con ellos he llorado y sentido cosas que de otra forma nunca habría vivido.
Conozco lugares que nadie conoce, lugares que son solo míos. Lugares que desearía compartir con un solo lector que abriese mis libros con cariño, acariciando cada palabra y leyendo cuidadosamente lo que pretendo contar. Cuento en sus páginas historias unas veces desgarradoras, otras mágicas.
La mayor parte de las veces, en el trasfondo más negro y fantástico, existe una verdad real. Y siempre y en todos ellos dejo una parte de mí.
La vida del escritor novel es difícil. Debemos debatirnos entre un trabajo miserable y nuestro ideal de vida. Debemos elegir entre lo que queremos hacer y lo que debemos hacer. Es difícil hacerse un hueco entre las fotocopias del mundo real.
Escribiendo mi nombre en estas páginas tan solo espero que, esté donde esté mi sueño, corra a mi encuentro. Tengo mucho que ofrecerte. Hay muchas páginas escritas a mi espalda, es cierto. Pero hay muchas más al frente, en blanco, en las que contar nuevas historias. Si nadie las lee no importa. Yo he hecho mi trabajo.
Al terminar cada capítulo, cada novela y cada cuento salgo al exterior de mi casa y me dejo caer sobre el césped verde del jardín. No importa si es día o noche, si hace frío o calor, incluso si llueve. Respiro el aire fresco y puro de la libertad y sonrío. Al día siguiente puede que no me guste lo ya escrito, puede que lo deteste. Pero ahí está, una nueva historia que como una flor en primavera se abre al mundo.
¿Cuántas personas contemplaran sus pétalos de seda u olerán su fragancia? Pocas o ninguna. Mis escritos, como el perfume de las flores salvajes, se los llevará tal vez el viento. Y con suerte, como una nota en una botella, llegarán a los pies de alguien que sabrá apreciarlos. Y si ese alguien se emociona, o sonríe o siente algo al leer mis palabras, sabré que he cumplido mi sueño.
Si te gusta escribir, escribe. Si te gusta cantar, canta. Si deseas pintar, pinta. No importa quién seas ni cuál será tu futuro. Me llaman soñador porque sueño? sueño con cosas teóricamente imposibles. Pero mientras sueño soy feliz y me siento orgulloso siendo eso, un soñador. Y punto.

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