7 de abril de 2011

Absurdas divagaciones del romanticismo

"Le habían dicho que el amor no es algo que uno deba buscar, de un modo desesperado, en los rincones de este mundo frío y oscuro. Que llegaría solo, sin que se diese cuenta, hechizando su corazón y embrujando sus sentidos de una forma irracional."



Qué difícil es ser un romántico en este mundo donde el sexo ha conquistado cada rincón de la sociedad, donde importa más la forma física que el intelecto, donde no tienen cabida los sentimientos, diseccionados y estudiados como procesos químicos de nuestro cuerpo más que como ideales abstractos.
¿Dónde han quedado las cartas de amor? ¿Dónde las caricias y los besos? El coqueteo, el juego, la palabra, la sensación... Se han perdido en favor del placer...
Ya no se escuchan serenatas a la luz de la luna, ni poemas susurrados en el viento. Ya no huele el amor a rosas frescas y cenas a la luz de las velas. Todo eso se pierde, como el agua entre los dedos. Ya nadie graba sus nombres en la corteza de un árbol, o en la arena húmeda, sabiendo que el mar borrará el secreto de un amor que podría ser eterno. 
La belleza de los sentimientos. Retortijones en el estómago, pequeños mareos, miradas brillantes y suspiros. 
Corazones rojos que laten veloces al mirar a los ojos del otro, al sentir sus dedos en tu mano, en tu cuello, en tus cabellos...

Quizás me llamen zalamero, quizás antiguo, absurdo... lo seré y no lo niego. 
Mas yo quiero un poco de romanticismo. Que le da alegría al mundo, y lo hace más... bello. 
Qué absurdo me siento, diciendo esto. Porque quiero que me quieran. Porque quiero un te quiero. Porque, tal vez, te quiero. 
Son absurdas divagaciones que carecen de sentido.
Como el amor.
Un sin sentido, perdido, absurdo... y siempre perseguido por aquellos cuyo corazón, como el mío, no ha dejado de latir. 
Románticos... 

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