14 de febrero de 2011

En el silencio de mi secreto

Hoy quiero ser sincero, y, para ello, debo decir aquello que nunca te dije, aquello que siempre he callado... o aquello que dije, de un modo disfrazado...
Te Quiero.

A lo largo de mi vida, muchas han sido las palabras que han muerto en las profundidades de mi mente, mucho antes de llegar a mi boca. Me he mordido la lengua en multitud de ocasiones para no decir lo que pensaba, y he sufrido las consecuencias de callarme los sentimientos desbordados de mi corazón, por temor al rechazo o a un dolor quizás más intenso, pero mucho menos duradero.
Lamentar aquello que nunca he llegado a decir resultaría ahora absurdo. Y quizás, decir aquello que ha sido callado carezca de todo sentido. Por eso (o tal vez como resultado de mi cobardía) tomaré la literatura como arma y la distancia como escudo, y en un día como hoy... hablaré.
Hay dos palabras que resumen una parte de mi vida: Te Quiero. Y un par de palabras más que reflejan la naturaleza de las primeras. Estas últimas, no obstante, prefiero callarlas. Por el momento.
En los últimos meses, durante varias semanas, a mis oídos han llegado multitud de consejos invitándome a dar un paso que jamás llegué a dar. "Escucha a tu corazón", me decían. Mas yo elegí seguir la senda de la razón, que es la misma por la que avanza implacable el dolor más profundo del alma.
¿Por qué llegamos a sentir? ¿Qué nos impulsa a amar de un modo irrefrenable o a odiar con todas las fuerzas de nuestro ser? ¿Por qué tu simple imagen consigue desvelar el más profundo de mis sueños? ¿Por qué tus ojos provocan un suspiro, y tu voz hace vibrar cada fibra de mi ser?
La química mas absoluta del cuerpo y la mente. La chispa. El sentimiento.
El amor.
Tenerte cerca era al tiempo bendición y maldición. Bendición porque te amo. Maldición porque te añoro. Porque quisiera tomarte en mis brazos, porque ansío besar tus labios, porque deseo sentirte cerca, aun cuando estás lejos.
Dime, tú que partes al alba en un barco de sueños rotos. Cuéntame, tú, caballero de blanca armadura que te pierdes en las llanuras del tiempo a lomos de un blanco corcel, hechicero que embrujas mis sentidos... Dime qué será de mi en tu ausencia. Dime cómo soportar un dolor que no tiene fin, que nadie puede explicar.
Tu voz se silencia entre los atronadores sonidos de una vida que no cesa. Tu olor se diluye en el aroma de los vientos que mecen las horas. Tu presencia se va borrando de mi lado. Mas permanece tu recuerdo, imborrable, en aquellos rincones de la ciudad que son solo tuyos, que han sido nuestros.
Y el tomento de mis silencios impide que pueda ver la imagen te la perfecta sincronía de un cuerpo huyendo del otro. Me arrepiento de callar, me alegro de haber callado. Quisiera volver atrás para deshacer la historia de algo que no ha sido posible.
Contemplar tu partida resultó tan doloroso... escuchar tus palabras, sentir cómo una parte de mi se alejaba irremediablemente hacia un horizonte desconocido. Me sentía perdido y terriblemente solo, como un marinero sin brújula en la inmensidad de un océano de aguas turbulentas.
En las aterciopeladas sombras del recuerdo se oculta aquello que podría haber sido, mientras la realidad que no fue flagela mi alma cobarde.

No diré que tan aciagas palabras forjen en mí el rencor del destino maldito. No permitiré que el dolor de mi frustración y la cobardía de mis huesos interfieran en la perfección de una verdad imperfecta.
Que te quiero es innegable. Que te querré siempre, una verdad. Que te añoro, cierto es, también que te espero.
Podría decir tu nombre, pero desvelar ese último secreto derrumbaría la última muralla de un corazón débil. Y quiero hacerlo. Deseo hacerlo. Lo ansío. Mas no puedo.
El balance de cuanto tenemos es positivo. Y con ello prefiero quedarme, y sentirme satisfecho. Pues te tengo, de un modo indefinible, pero te tengo. Y es suficiente. Puesto que, cobarde como soy, no puedo pedir más.
Pero te quiero.

Feliz San Valentín.
14 de Febrero de 2011

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