25 de septiembre de 2010

Derramando tinta

El pueblo ha amanecido con cielos nublados y temperaturas bajas. Algunos desean sentir sobre su piel la caricia del sol. El escritor, siempre extraño, siente alegría por la llegada del frío.
Cuando hace frío es más fácil sentarse ante las hojas de papel en blanco y plasmar en ellas las historias que llenan su atribulada mente. Con el calor, todo se hace insufrible.
Le gusta el frío.
Que nadie se equivoque... el verano es genial. Pero la llegada del frío...

Hoy, el escritor derrama tinta sobre los papeles vírgenes. La inspiración ha llegado y su felicidad antes turbia es ahora clara, cristalina como las borboteantes aguas de un río desconocido y salvaje. Junto al río, las ramas de los sauces se mecen con la brisa fresca del otoño naciente, mientras los últimos rayos de un sol marchito brillan sobre el agua. En la orilla del río, dos amantes furtivos se afanan por demostrar su amor a la naturaleza silenciosa y al cielo de nubes grises y hermosas, preñadas de agua.
La tinta rubrica en papel lo que el escritor ansía gritar a los cuatro vientos. Si bien la historia es fría, oscura y dramática, su alma brinca y sus dedos veloces reflejan el júbilo de su corazón joven y su mente despierta. El mundo es hoy más hermoso.
Y así pasan las horas, derramando tinta...

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