El As (roto) de Corazones

En sus manos, el jugador de poker tenía la baza perfecta. Tan solo quedaba la duda... ¿Lanzarse a la victoria? ¿O asustarse, retroceder y evitar la ruina y la derrota?
El rey de cualquier reino legendario contaba con todas las ventajas para salir victorioso de la batalla. Un ejército numeroso y preparado, un terreno que les beneficiaba y el factor sorpresa. Tan solo quedaba la duda... ¿Debe arriesgar la vida de sus hombres y cabalrgar hacia una victoria casi segura? ¿O asustarse, retroceder y salvar a su ejército de un derrota improbable aunque no imposible?

Hoy, pienso.
He intentado no hacerlo, y por tanto luchar contra la naturaleza de los sentimientos, se me levantó dolor de cabeza y la migraña hizo su fatal aparición. Así pues, en la oscuridad más espesa, en el silencio más absoluto, la realidad me golpeó con la furia de los Titanes y el afilado acero de las espadas.
El rey de aquel reino legendario hizo sonar las trompetas de plata y cabalgó hacia la batalla. Y venció.
El jugador de poker jugó su mano. Y venció.

Mas yo permanezco inmóvil. El dolor de cabeza pasará. La oscuridad será bañada por la luz, en el silencio comenzarán los primeros compases de cualquier sinfonía, obertura u ópera. Mientras yo, cobarde, me ocultaré en la penumbra del mundo y, desde allí, contemplaré cómo te alejas dándome la espalda.
Y desde allí, contemplaré tu orgullosa planta y tu felicidad.

El as de corazones se ha roto en la mano del jugador. Arrugado, lo tirarán a la basura y será reemplazado por una carta nueva, mejor.
El as de corazones se ha roto.

Ya está.