13 de enero de 2010

Viaje, soñado, al centro del dolor

Escribir es lo más sencillo del mundo. Cualquiera que tenga un trozo de papel y un lápiz a mano, o en su defecto un ordenador, puede hacerlo. Hacerlo mejor o peor, es otro cantar. Muchísimo más complejo es ponerse en la piel de un personaje, vivir su vida de una forma intensa y realista para poder plasmar con palabras su existencia. Eso, amigos míos, es lo que yo estoy haciendo con Clarissa, la protagonista del drama que ocupa mis pensamientos, mi tiempo e incluso, mis sueños. Ayer ya os hablé un poco de esta relación tormentosa entre el personaje y el autor.
Lo de esta noche ha sido, sin duda, muy extraño y nuevo para mí y por eso, vuelvo a hablaros de ello… aunque me prometí no hacerlo. Es un proyecto demasiado importante para mí y dicen, hablar de un proyecto que no se ha materializado, trae mala suerte. Pero vosotros sois mis lectores, me comprendéis como nadie… y puedo confiaros algunos secretos, ¿verdad?
Esta madrugada, a eso de las cinco, me desperté luego de tener un nítido y realista sueño protagonizado por los personajes del libro. ¡Extraño! Pero ya me había sucedido con anterioridad (si me publican “El Amigo de la Muerte” os contaré qué relato está ahí por un sueño). Lo que nunca me había sucedido es que, al abrir los ojos en la oscuridad… estaba llorando. Llorando como un bebé, como un niño que se ha raspado las rodillas contra el asfalto.
El sueño hacía referencia a una parte especialmente difícil del libro, un momento dramático, que quizás en palabras no sea tan duro, pero en imágenes (que es como veo yo mis novelas, y sin duda es como todos soñamos) me resultó especialmente difícil.
Durante el sueño, pude sentir el dolor más fuerte de mi vida, ese que contrae las entrañas y te obliga a doblar las rodillas, rindiéndote a él. Ese que te atormenta, que te persigue, que no te deja respirar ni un segundo con tranquilidad. Era un dolor físico, provocado por la mente del personaje. Era un dolor de dolores. No puedo explicarlo mejor sin desvelar el contenido del sueño y, por definición, una escena clave de la novela…
Así que, esta mañana y antes de ponerme a escribir esta “confesión”, me he apresurado en apuntar todas las sensaciones, sentimientos y lágrimas que me provocó el sueño. Quizás de este modo, sintiéndome mucho más cerca de Clarissa y su desgraciada vida, logre escribir un libro más emotivo, más profundo y visceral. Ese es, sin ninguna duda, mi gran reto para estas primeras semanas de 2010.

En otro orden de cosas… A través de Facebook he podido conocer a Lucía Belano, una de las autoras que comparten libro en Fergutson. Creo entender que ha estado por el blog… así que si estás leyendo esto, bienvenida a mi extraño mundo de palabras y sentimientos, de vivencias e invenciones, de verdades y también, mentiras. ¿Quizás algún día podamos vernos en persona? Eso me gustaría. Entre tanto, ¡nos vemos en el cibermundo!

1 comentario:

Lucia Belano dijo...

Pues parece ser que sí que estoy dando un paseo por tu mundo... A mí también me gustaría matar una tarde con cafés y copas hablando de literatura, hasta entonces las letras del teclado nos ayudan a comunicarnos.
Un beso
Lucía Belano