31 de agosto de 2009

Septiembre…

Al fin llega. Tras un verano para olvidar, con la sensación de quien despierta de una pesadilla horrible, la cercanía del noveno mes me tranquiliza y me relaja. Septiembre ya está aquí. Lo he conseguido.
Ahora tocan los reencuentros, tan esperados. Volver a la rutina, exquisita rutina. Tomar café en el local de siempre, celebrar pequeñas cenas y sobre todo —no puedo creer que haya sobrevivido sin ellas— mantener largas conversaciones.
Durante este largo y extenuante verano me he dado cuenta de mi dependencia. Hasta no hace mucho no tenía en mi agenda demasiados amigos verdaderos, de esos a los que les cuentas cualquier cosa, con los que discutes cualquier tema. Ahora tengo tres grandes amigos, los más importantes. Ellos saben quienes son. ¿Verdad? Saberlos lejos resultaba inquietante. Es cierto que durante el curso no habíamos quedado con demasiada asiduidad pero sabía que estaban ahí, cerca, a solo una llamada de teléfono. Pero en verano todo esto cambia. Cada uno toma un avión, o un tren. Disfrutar de las vacaciones, alejarse del mundanal ruido. Yo no tengo vacaciones. Quizás por eso siento con más fuerza la melancolía del rincón de siempre, la misma mesa, el mismo lugar…
Pero ha llegado septiembre. Ahora todos volvemos a nuestras vidas. Los aviones llegan, no se van. Volverán los cafés, las conversaciones, las cenas. Habrá una cena importante, un doble cumpleaños… o tal vez dos grandes cenas para dos cumpleaños.
Septiembre trae también otras cosas: quizás nuevos comienzos. Quizás la resolución a todos los enigmas que ahogan el corazón frío de este escritor. Aunque en realidad, soy consciente de ello, es posible que nunca obtenga la respuesta que necesito. Y entonces me hundiré en mi propia miseria, porque también me he dado cuenta de que sin esa respuesta, sin la certeza de lo imposible, quizás no pueda pasar página, quizás no sepa hacerlo bien.
Lo se, porque sigue llenando mis sueños, porque se oculta tras cada suspiro, porque sigue presente en cada mirada y en cada gesto. Sin saberlo, sin quererlo, sin poder evitarlo.
Y eso… eso duele.

No hay comentarios: