18 de julio de 2009

16 de Julio, odisea Potter...

Día 16, antes de ir al cine…
El esperadísimo estreno de “Harry Potter y el Misterio del Príncipe” (o “el príncipe mestizo, según el título original en inglés de la novela) ha llegado. ¡No puedo creerlo! Tengo tantas ganas de ver la película que, desbaratados los planes de asistir a la sesión con mis dos coleguillas, estoy planeando escaparme yo solo para verla. Ayer se estrenó y tanto la televisión como las opiniones de personas que ya la han visto me han puesto los dientes largos: dicen que es la mejor de las seis…
La verdad es que cada película de Harry Potter es un acontecimiento para mí. Como en su momento lo eran los libros (quizás con los libros lo vivía con mayor intensidad, porque eran algo nuevo. Las películas me gustan, pero ya se lo que sucede, en principio, porque siempre cambian cosas y todo eso). A mucha gente le parece ridículo que un mozo de casi veinticuatro años siga con fervor a Potter allá donde va. “Es una historia para niños”, “Son muy infantiles”, etc. ¿Cuántas veces habré escuchado estas afirmaciones? Mi respuesta es siempre la misma y se divide en dos partes. En primer lugar, yo me leí la primera de las novelas en le verano de 1999 (llevaba publicada unos meses), por lo que he vivido las novelas desde el primer momento, siendo un niño apasionado por la lectura. En segundo lugar, tal vez “La piedra filosofal” y “la cámara secreta” sean libros y filmes infantiles… pero nadie puede decir que del tercero en adelante sean libritos de cuentos. La historia se oscurece en cada página y los últimos volúmenes son adultos en demasié. Solo habrá que esperar a que padres desinformados lleven a los niños a ver esta sexta aventura y contar cuántos chiquillos salen del cine llorando de miedo (como yo viví en “El Cáliz de Fuego” cuando resucita Voldemort: medio cine abandonó la sala acompañando a los niños aterrados). ¿Es una historia infantil? Para nada. Y si lo es, si realmente Harry Potter en sus siete novelas es una novela infantil… pues me siento orgulloso de ser un gran aficionado a esta historia para niños.
La auténtica verdad es que nadie puede suponer lo que significa para una persona crecer y convivir con un fenómeno como este. Esperar ansioso la llegada del siguiente libro, contar los días que faltan para conocer un nuevo episodio de la saga… todo ello multiplicado por diez en el caso del séptimo y último, “Las Reliquias de la Muerte”, que yo me leí en inglés con el diccionario al lado, porque había que esperar casi un año para tener la traducción al español. Sí, he vivido muchas cosas con Harry Potter y aunque (para nadie es un secreto) detesto la mayoría de las películas estrenadas hasta el día de hoy (de la sexta hablaremos otro día…), aferrarme al desenlace cinematográfico es lo que me queda. Luego, cuando en 2011 asista a la última película, cuando vea el desenlace en la pantalla grande y justo el día en que adquiera la edición en dvd… ese diga tal vez diga “hasta luego, Harry”. Nunca adiós. Es lo bueno que tienen los libros, lo fantástico de las películas. En un segundo podré reencontrarme con todos mis personajes favoritos… pero me faltará algo y es el gusanillo de la novedad, ese nervio que me mantuvo en vilo y en vela la noche que me leí del tirón en último libro.
Esperemos que la película esté a la altura del mito literario. Os lo contaré en cuanto la vea.

Día 16, ida y regreso a la taquilla…

¡Que frustración más grande, Dios mío! Lleno de un valor que no tengo, dispuesto a enfrentarme a la sesión de cine en solitario y rodeado de padres e hijos, parejas y grupos de amigos… llegué a la taquilla y me volví para casa. Pero no por cobardía…
La verdad es que la mejor butaca disponible estaba en segunda fila y contra la pared (lo peor de lo peor) así que decidí no entrar. Iré mañana Viernes a la primera sesión (no se si a las 16:00 o 17:00… porque hay sesiones con diez minutos de descanso y como que no me gusta la idea).
El caso es que había muchísima gente y muy pocas butacas. Me gustaba la cuenta atrás que veíamos en la pantallita, justo después del título de la película. 57 butacas… 40 butacas… 38 butacas… y los niños que estaba delante de mí gritando “¡Mamá, nos vamos a quedar sin sitio!”. Pobres. Ellos sí entraron (primera fila… hay que tener valor).
Decidí no aceptar nunca las tres primeras filas porque he tenido dos experiencias y no deseo repetirlas. La primera fue con “El Bola”, en primera fila. Me llevé a casa de recuerdo un dolor de cuello impresionante. La segunda, “No es País para viejos”. Tercera fila, dolor de cuello y… vale, son los Coen y quien haya visto la película lo comprenderá. Y encima Bardem.
Así que tras esas dos experiencias he asumido que el cine es muy caro (a mi no me parece caro porque amo y adoro el cine, pero al no trabajar…) y merezco una buena butaca. Por ello, pese a las ardientes ganas que tengo de ver la sexta de Potter, esperaré a mañana, al sábado o hasta dentro de un mes, si es necesario. Es broma. De mañana no pasa.

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