14 de abril de 2009

SANTA SEMANA

Se terminó la Semana Santa, un periodo de reflexión y meditación, de perdón y sacrificio… y también huevos de chocolate. Una larga semana de procesiones interminables que se han visto mermadas por la lluvia. Como músico, reconozco que la semana es dura, aunque este año pocas procesiones hemos tenido. Aleluya.
Cuando uno es estudiante, la Semana Santa es un alivio, un descanso que termina siendo una penitencia de trabajos y apuntes. Es una semana de paz tras varios meses de agotador esfuerzo. Recuerdo esos años en los que me gustaba la sensación de estar en casa tumbado, sin hacer absolutamente nada… y el remordimiento por haber caído en el pecado de la pereza. Ahora en cambio, estando en el paro y con mis novelas esparcidas a los cuatro vientos a la espera de una respuesta que no llega, con el ánimo por los suelos y la creatividad bajo cero, se me ha hecho eterna. Nada que hacer, nada que ver en la tele. Los amigos en sus tierras, “disfrutando” esa semana de relax. Y yo en el sofá, muerto de asco, agobiado por las procesiones, torturado por el aburrimiento más extremo.
Ese tiempo ya se fue. Gracias a los cielos. Hoy es martes y las vacaciones de Semana Santa se terminaron (hasta el año que viene). Ahora toca volver a esa rutina que jamás abandoné: sentarme ante un folio en blanco, garabateando historias que no me satisfacen y con la perspectiva de un futuro incierto que se abre a mis pies. Un abismo del que no puedo saber nada y una sola pregunta: ¿Saltar o no saltar? He ahí la cuestión.

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