29 de abril de 2009

(Hoy) UNA RESOLUCIÓN QUE NO LLEGA

Me siento como cuando era mucho más joven, en aquellos años en que las novias eran pasajeras y las relaciones tan intensas que en veinte minutos de recreo (entre Historia y Matemáticas) podías vivir toda una vida. En aquella época, como buen quinceañero, el teléfono era más un objeto del morbo que algo verdaderamente útil: era el único sistema de comunicación cuando, a las cinco de la tarde, cada uno subía a su autobús que arrancaban en direcciones opuestas. Entonces no había Messenger (yo aún no lo tengo, siendo sinceros… en casa no tengo Internet).
A lo que iba. Entonces esperabas impaciente el timbrazo del teléfono para hablar con la chica amada… o titubeabas marcando los números, sabiendo que cuando ella descolgase te quedarías en blanco y todo el discursito previamente ensayado sería totalmente inútil. ¡Que tiempos, madre mía!
Hoy me siento igual, porque hoy se cumplen tres meses desde la decisión más importante de mi vida. Hoy se cierra el plazo. El círculo está sellado. Ahora solo esperaré esa llamada que me encumbre a la felicidad o me deje tirado en el barro. Hoy podría ser el día, pero tal vez no sea hoy. Tal vez mañana. O en una semana.
Hoy espero, con los nervios a flor de piel, esa resolución que me temo, no llega… y con los nervios a flor de piel, no me queda otra que suspirar y pensar que, tal vez, la espera merecerá la pena. Seguro que sí.
Suena el teléfono.
¿Será?

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