14 de julio de 2008

Escribiendo...

¡Oh, el verano!
Cuando aprieta el calor, cuando añoro el frío del invierno... ojalá tuviese una cabaña en la Antártida, o en Siberia.
No me gusta nada el calor. Me incomoda mucho, la verdad. Me encanta el frío invierno, la nieve, la lluvia y esas terroríficas tormentas en las que el cielo negro se ilumina por los rayos. Soy así de raro.
Cuando hace calor me cuesta concentrarme en mi trabajo (que en estos momentos se limita a la escritura, claro). Y así, desalentado y acalorado, sudoroso, escribo. Las cosas que redacto en estos días son casi siempre oscuras. Me deprime el calor, qué culpa tengo yo. Pero aún así escribo, porque eso es lo que soy. Soy lo que escribo.
Ahora mismo, en Santiago de Compostela y con una temperatura demasiado alta (¡aunque he visto a dos personas con abrigo, madre mía!) medito y pienso qué será lo próximo que escriba. Relatos cortos sobre la música (que ya he comenzado), quizás esa larga novela tanto tiempo abandonada. Tal vez la absurda idea que se me ocurrió en algún autobús el otro día, cuando me deprimía sentirme... extraño.
Ojalá y nadie conocido llegue a mi blog. Nadie que viva a menos de 100 kms, al menos. A veces escribo cosas que jamás digo en voz alta. Normalmente oculto estas palabras en la boca de mis personajes, tal vez en sus cabezas. Pero aquí... en este blog es mi boca la que habla, mis dedos los que escriben mis pensamientos. Y mis pequeños secretos se adivinan entre las líneas de la pantalla del ordenador.

Escribo...

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