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LA CARTA :
Apareció de la nada, todo un
misterio… No había remitente en el sobre, tampoco firma en la carta. Ana leyó
la fecha, que indicaba que aquellas palabras habían sido escritas el día
anterior. Era una carta de amor. En el buzón había encontrado aquel pequeño
sobre blanco con su dirección escrita en una caligrafía desordenada y trémula.
No encontró nada más, ni siquiera folletos de publicidad o facturas. Tan solo
aquella misteriosa carta. No tardó en averiguar que su escritor la había
entregado personalmente. No tenía que ser extraordinariamente inteligente para
descubrirlo.
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EL
INTRUSO:
Cuando escuchó ruidos en el piso
inferior, Laura supo que había un intruso en la casa. Vivía sola y no tenía
mascotas. Acostada en la cama, aterrada, escuchaba los pasos de alguien que no
se molestaba en pasar desapercibido. Laura buscó con la mirada un escondite.
Estaba muy asustada, cuando se fijó en el armario. Salió de la cama pisando la
gran alfombra que cubría todo el suelo, tiró de la puerta del armario empotrado
con fuerza y se escondió. Pocos segundos después, el intruso accedió al
dormitorio. No era un ladrón, sino un perturbado, un loco asesino armado con un
cuchillo de carnicero. “¿Dónde estás?”, preguntó con maldad, sonriendo y
girando sobre sí mismo. Apenas termino su rápida inspección al dormitorio, el
intruso abrió la puerta del armario y encontró, aterrada, a Laura.
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EL
ESCRITOR:
El escritor tomó asiento frente a
una hoja de papel en blanco. Aquella mañana se levantó de la cama lleno de
inspiración y debía aprovecharla. Tomó del lapicero el único bolígrafo que
había, preguntándose dónde habría metido todos los demás bolígrafos, los
lápices, etc. y se preparó para dejar volar la mano sobre el papel, derramando
la tinta, creando una historia. Suspiró. Apenas había garabateado la primera
palabra se detuvo. No podía hacerlo. Era imposible. No pudo escribir nada.
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LA PRESA :
El conejito blanco abandonó su
madriguera en busca de alimento. El bosque estaba muy tranquilo, pero el conejo
permanecía muy atento a cualquier ruido o movimiento, porque uno nunca sabe
cuándo puede encontrarse con algún carnívoro hambriento. Se alejó de la entrada
de su madriguera con pequeños brincos y no se detuvo hasta que no escuchó aquel
inquietante sonido. Una rama se había quebrado muy cerca bajo el peso de algún
animal. El conejo se sintió acechado y busco desesperado algún escondite, pero
no encontró ninguno. El depredador rugía al sentir cerca su presa. Avanzaba
veloz hacia el conejo, abriendo las fauces llenas de colmillos. Un sonido seco
retumbó en la quietud del bosque ahuyentando a algunos pájaros de las ramas
cercanas. El depredador había desaparecido, pero conejo blanco ya estaba
muerto.
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