Por qué me gusta Scream

¿Cuál es tu película de terror favorita?
Querido Ghostface, yo lo tengo claro...

Está prohibido practicar el sexo.

No se puede beber ni tomar drogas, 

es el factor pecado, extensión de la primera regla.

No digas “enseguida vuelvo” porque no volverás.

Amo la saga Scream.
Desde que descubriera "Scream: Vigila Quién Llama" en casa de mi prima y mejor amiga (nada menos que en VHS) y hasta ahora, que se estrena la cuarta entrega, podría decirse que esta saga se sitúa entre mis preferencias al lado de grandes sagas como Harry Potter o El Señor de los Anillos.
¿O quizás un paso por delante?

Aunque para mucha gente resulte divertido, ridículo incluso, las películas de Scream son las únicas que verdaderamente me hacen pasar miedo. Ese miedo auténtico que me llevó a dormir mal los primeros días tras ver la primera entrega.
La historia de sangre de Sidney Prescott es legendaria. Y son muchas las razones por las que Scream me marcó. Algunas de ellas muy curiosas...
El nombre del pueblo, Woodsboro, me persiguió durante mucho tiempo. Me resultaba tan sonoro, tan... magnífico. Era realmente un nombre épico, no se, llamadme raro.
La música de la película, obra de Marco Beltrami, también me resultaba inquietante e increíble. Ese "lamento de Sidney", esos golpes, esa... psicosis...
Y obviamente, el maestro del terror, con su saber hacer... Wes Craven me ha catapultado con estas películas a la cumbre de los miedos. Por eso me gustan tanto.

Pero más allá de las propias películas... lo cierto es que mi historia con Scream es más profunda. Toda una odisea para conseguir la primera entrega en dvd, sumado al visionado casi obligatorio de la trilogía en momentos duros y difíciles, hacen que estas películas sean mi válvula de escape. Un subidón de adrenalina, un par de gritos... y a seguir con mi vida.

Por eso he esperado con paciente impaciencia la llegada de SCRE4M. Y por eso deseo que sea un éxito. Porque si lo es... quizás el señor Craven (y los supervivientes de la nueva entrega) se animen a filmar la quinta.
Crucemos los dedos... y a por Ghostface!